Soy un dragón

Finalmente he aceptado que soy fuego y soy hielo. You’ll fear the cold and crave the burn.

Crecí alrededor de la naturaleza, mi papá es ingeniero agrónomo, así que mis vacaciones siempre fueron en parcelas, plantaciones, cañales y cafetales. Recuerdo todas las experiencias que tuve en las áreas rurales del país, especialmente ver el amanecer y atardecer de formas únicas e inolvidables, comer hojas de todo tipo, probar frutas recién cortadas, acarrear huacales llenos de pepino, tomates y lechugas, tomar café de calidad y aprender sobre las tazas de excelencia, probablemente de adulta esto suene bien, pero de niña me parecía un castigo tomar café caliente y sin azúcar, pero no se podía despreciar, porque si algo aprendí en el campo es que la desigualdad es real, la injusticia social es hiriente y la generosidad siempre es posible. Es por eso que siempre aceptábamos y nos comíamos todo sin la opción de decir “no”. 

Mis primeros recuerdos son visitando el oriente del país, alimentando cabras, peces, ser perseguida por gallos y pavos reales furiosos, desde entonces los admiro pero de lejos. Una vez, incluso recuerdo que tenía una fascinación por los animales de granja, especialmente las vacas, en ese momento faltarían veinticinco años para hacer la conexión entre el animal y la comida, entonces vi una carreta con bueyes, mi mente hizo click y pensé, si no puedo andar en una vaca andaré en un buey. No tendría más de cinco años y andaba con un primo que tenía un mes más de vida que yo. Así que le hicimos todas las señales posibles al señor de la carreta para que parara, la siguiente parte de la historia es borrosa, pero recuerdo que íbamos en la parte de atrás de la carreta junto a bloques de heno por una bajada, hasta que el señor nos dijo que hasta allí llegaría, recuerdo que ingenuamente pensé que el señor nos llevaría de regreso pero no fue así,  entonces caminé la cuesta de mi vida para llegar a casa de la abuela. 

Pese a este background con la naturaleza, nunca me gustaron los reptiles, siempre me parecieron fríos, misteriosos y con pieles preciosas, desde sapos hasta cocodrilos, nunca me he animado a tocar uno a la fecha. Es por eso que la idea de ser un dragón siempre me pareció curiosa, pero a medida pasa el tiempo siento que me voy descubriendo y aceptando, es por eso que finalmente he aceptado sin duda alguna que soy un dragón. 

La pregunta más lógica que alguien puede hacerse al leer esto es ¿cómo lo descubrí? pues, a medida comencé a resolver algunas dificultades derivadas de mis enfermedades, comencé a darme cuenta que la Caro de hace tres años se había ido, aunque conservo la misma esencia, ahora veo las cosas de manera diferente, I'm been in hell and now im own it! Este viaje hacia adentro no ha sido placentero, pero como diría Jung: “Aquel que mira afuera, sueña. Quien mira en su interior, despierta” y este dragón se ha despertado esta semana. 

Hace tres meses más o menos, pasé una experiencia desagradable, de esas que dejan un mal sabor por mucho tiempo. Como no se puede deshacer ese momento, comencé a trabajar un proyecto hermoso inspirado en una de las raíces de esa experiencia. Pero además de eso comencé a analizar mucho mi manera de reaccionar ante las dificultades, ante las relaciones de amistad, lo tricky que puede ser el cariño, pero especialmente he analizado mi rol como víctima y especialmente mi rol como victimaria. 

Si, como victimaria porque me di cuenta que mi hielo quema, que puedo ser dolorosamente indiferente, tengo la capacidad de afilar mis palabras como estalactitas y atinar en los puntos débiles de cualquiera, me di cuenta que soy un escudo lo suficientemente fuerte para soportar cualquier bomba y resistir el impacto, pero también sé que soy un dragón lo suficientemente grande para que un petardo caiga en mi espalda, me incomode y me cueste un mundo quitármelo porque no lo alcanzo. En un inicio, cuando hablábamos sobre “ser un imposible” y levantar mis muros con bloques de hielo me asusté y mi primera reacción fue flagelarme y disculparme por ser quién soy, pero a medida pasa el tiempo me doy cuenta que ser un dragón es lo más cool que podría pasarme, porque estaba viendo al reptil frío, misterioso, con piel preciosa, pero ser un dragón es mucho más que eso, es ser libertad pero también dependencia, es ser un refugio pero también desamparo, finalmente ser un dragón es ser hielo, pero también fuego.

Últimamente este dragón ha estado defendiéndose,  peleando, marcando su territorio, primero con líneas invisibles, luego con humo, incluso ha tenido que dejar “crunchy” a algunas personas y ponerle ketchup. Pero ahora que lo recuerdo, este mismo dragón estuvo protegiendo a ciudades enteras, tuvo que ser su propia luz en muchas noches de oscuridad, tuvo que descifrar todos los acertijos que la vida le ha puesto. Este dragón tuvo que ir a varias guerras y defenderse de cada una de ellas. No me extraña que esté herido, a la defensiva, se sienta inseguro de cada persona que se acerca, se sienta amenazado porque su piel ya no es tan preciosa como antes y maybe hasta ha perdido un par de escamas. No me extraña que por el momento este dragón tenga más hielo que fuego y que tenga construido un refugio de hielo que quema al que se le acerque con pasos inquietos. Es por eso que no puedo juzgarlo.

Ahora, aquí está la segunda pregunta más obvia de la conversación: ¿Cómo se hace fuego nuevamente? Pues si tomamos como base la segunda ley de la termodinámica de los dragones, nos explica que aunque el fuego no se pierde, se degrada, y es un proceso irreversible. Es decir, el dragón está en entropía, en evolución o transformación del fuego. Debe aprender que, a pesar del hielo y del fuego que lo contiene, lo que mueve al elemento no es el elemento en sí, sino el calor (el calor del hielo y el calor del fuego). Por lo tanto, el dragón deben aprender que el calor no se crea ni destruye solo se transforma, que absolutamente nada se pierde, sólo se transforma.

Ahora que lo pienso bien, tenía unos siete años y mi mamá me mandó a la tienda, como todas las mamás mandan a la tienda a los niños. El camino era seguro, cerca y era algo que perfectamente podía hacer. Recuerdo llegar a la esquina de la casa y vi un gran perro negro, en ese entonces la única experiencia que tenía es que a mi hermano lo había mordido un perro. Así que cuando el perro me vio a la distancia no sé qué pasó pero comenzó a correr y a seguirme… así que yo comencé a correr también, como que mi vida dependía de ello, el problema es que teniendo siete años o treinta mis motricidad gruesa ha sido la misma: nula. Entonces lo evidente pasó, me caí y todas las monedas salieron volando, aún no entiendo cómo caí boca arriba anyway, el perro me alcanzó y se paró sobre mí, en ese momento imaginé que me mordería la cara porque literalmente estábamos cara a cara, mi reflejo fue cerrar los ojos, porque no podía subir los brazos para cubrirme y ya había aceptado mi destino, sólo esperaba que fuera rápido pero que pasara ya. El perro se acercó más a mi cara, me olió y pues… me dio un lengüetazo en la cara, se apartó y se fue moviendo la cola. En ese momento sentí el miedo y el cariño, el hielo y el fuego. Me levanté, me había raspado los codos, estaba llena de tierra, recogí las monedas y me fui a la tienda, además de la evidente caída estaba feliz por el cariño inesperado del perro, estaba feliz porque aún tenía cara y especialmente ahora estoy feliz porque los perros son algo demasiado importante en mi vida y esa experiencia no me marcó negativamente. 

Sé que llegará el momento en el volveré a tener el control del calor, sé que puedo ser calm as snowfall, sharp as ice, pero nunca voy a dudar que en la noche más oscura I’m the flame.  

Escrito el 7 de septiembre de 2019.  Cartas a Margarita Weil.
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